Señor director:
Con la presentación del primer colegio de excelencia, el país ha recibido el regalo más significativo de su aniversario. Quizá no sea tangible como los grandes edificios ni capture la atención como recientes espectáculos, pero estos colegios se perpetuarán en el tiempo como lo hacen las grandes obras que hoy aún disfrutamos.
Vendrán opiniones que desestimen la efectividad de estos establecimientos diciendo que no solucionan el problema en la calidad de educación. Debemos recordar que otras medidas -como los incentivos a las pedagogías, aumentos en las subvenciones preferenciales y reformas al sistema de gestión- apuntan a mejorar el sistema en su totalidad. Pero mientras ellas avanzan, no podemos seguir permitiéndonos perder año a año estudiantes que tienen las capacidades, pero no se les han entregado las herramientas para poder educarse.
El problema en educación es un círculo vicioso y las medidas antes señaladas buscan romperlo en algún lugar.
Los colegios de excelencia vienen a llenar de esperanzas a los jóvenes y motivarlos a realizar un estudio de calidad, dándoles la seguridad de que su esfuerzo será reconocido y que no se permitirá la injusticia de desperdiciar su potencial. A su vez, para el país queda la esperanza -como la que tuvo Camilo Henríquez cuando fundó el Instituto Nacional con el objetivo de "dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor"- que de aquellas aulas egresen los líderes que concluyan la transición hacia un país mejor.
no te percataste, pero lo hiciste una vez más.
Publicado por Nicolás Vallejos en Contexto Jóven de Diario Financiero