Era el con el rostro que odiaba en las personas, paradojalmente parecía que el mundo se había invertido y la tristeza endémica que diagnosticaba al regresar a casa en el ferrocarril metropolitano se había acabado y ahora era él quien opacaba la alegría del regreso al hogar. No podía sacar de su mente la promesa que había hecho con su corazón, pero no podía traicionarse a sí mismo y arrancar, era un hombre de palabra. El error, nuevamente el mismo: la negación a la negación y la negación a sí mismo, la petulancia nuevamente le había jugado una mala pasada y el control se le arrancaba de las manos.
Indeciso caminó, buscando en algún rincón de la ciudad la saciedad al problema pero cada rincón le recordaba las tardes de merced en que sus corazones se unían, o el frio del suelo subterráneo en el expreso verde. Si la felicidad no era plena hoy que sucederá mañana: Esa es la premisa que carecía de argumentos, navegando con su velero oscuro buscaba llegar a un puerto lejos, muy lejos, en donde los marinos, fumando la pipa de la experiencia les dijeran pero ya no lo reconocían… había pasado mucho tiempo desde su último arribo. Solo en medio del mar, percibía que para cumplir su promesa debía anular promesas anteriores. –no sé qué hacer- quizá desaparecer con el humo del incienso, quizá.
Nos damos más importancia de la que creemos, la ley del Póker no gobierna en la vida... la ambición sí, las caras de Póker sí.
Borroso y frio el día en que tenía que pasar.
