Los seres humanos no somos seres racionales, actuamos como si lo fuéramos. De forma utilitarista buscamos maximizar aquellas cosas que nos dan valor, nos esforzamos de forma inelástica por racionalizar los comportamientos que hacen confusos nuestros modelos. Creemos tener un propósito definido y creemos poder actuar de forma altruista, sin embargo los mecanismos del mercado y su regulación propia basada en nuestra naturaleza ajustan aquello, pues los otros agentes, quiéranlo o no, buscan su utilidad marginal y reducir en cuando sea posible sus externalidades. El bien común, el punto de equilibrio, sería aquel en que los oferentes y demandantes no sean influenciados de modo de evitar las perdidas sociales. Cada uno es feliz, pero por separado pero a su vez colectivamente podríamos comerciar mejor. Definitivamente somos irracionales para perder nuestra razón y dejarnos llevar por la intuición, el corazón, la simpatía, el mercado.
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