Señor director:
Con la presentación del primer colegio de excelencia, el país ha recibido el regalo más significativo de su aniversario. Quizá no sea tangible como los grandes edificios ni capture la atención como recientes espectáculos, pero estos colegios se perpetuarán en el tiempo como lo hacen las grandes obras que hoy aún disfrutamos.
Vendrán opiniones que desestimen la efectividad de estos establecimientos diciendo que no solucionan el problema en la calidad de educación. Debemos recordar que otras medidas -como los incentivos a las pedagogías, aumentos en las subvenciones preferenciales y reformas al sistema de gestión- apuntan a mejorar el sistema en su totalidad. Pero mientras ellas avanzan, no podemos seguir permitiéndonos perder año a año estudiantes que tienen las capacidades, pero no se les han entregado las herramientas para poder educarse.
El problema en educación es un círculo vicioso y las medidas antes señaladas buscan romperlo en algún lugar.
Los colegios de excelencia vienen a llenar de esperanzas a los jóvenes y motivarlos a realizar un estudio de calidad, dándoles la seguridad de que su esfuerzo será reconocido y que no se permitirá la injusticia de desperdiciar su potencial. A su vez, para el país queda la esperanza -como la que tuvo Camilo Henríquez cuando fundó el Instituto Nacional con el objetivo de "dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor"- que de aquellas aulas egresen los líderes que concluyan la transición hacia un país mejor.
no te percataste, pero lo hiciste una vez más.
Publicado por Nicolás Vallejos en Contexto Jóven de Diario Financiero
es más fuerte que los calmantes y más efectivo que el cansancio. Pero no puedo. Me pasa cada vez menos pero me perturba cada vez más. Es el vacío ese, ese que solo llenabas tú y que cada vez me vuelve más estúpido. Tan estúpido como para llegar a pensar de que quizá estás pasando por lo mismo, que sigues pensando en cual fue el error y porque llegó. Te parece si paramos esto y nos dejamos de cargar esta cruz? no quiero llorar más.
Un antiguo refrán que mi padre siempre me recuerda dice que "el principio de la autoridad está en el ejemplo". A su vez, en diversos cursos de liderazgo me han expuesto sobre el "líder espejo", el cual produce que sus seguidores se vean reflejados en él.
Por estos dos motivos fue muy alentador ver al mismísimo presidente de la República y su ministro de Educación haciendo clases en terreno para el lanzamiento del Servicio País en Educación. Un proyecto con el cual se busca mejorar el desempeño de los escolares mediante la asignación de tutores universitarios a alumnos vulnerables de las regiones Metropolitana, de O´Higgins, Maule y Bío Bío. Esta acción revela que no sólo hay preocupación, sino que hay un real compromiso del presidente con la educación, ya que es él mismo quien pasa a ser parte de una de las soluciones y a su vez esto convoca a las autoridades de gobierno a replicar esta acción.
Uno de ellos fue el ministro de Minería, Laurence Golborne, quien este lunes realizó una charla sobre la importancia de su área en el colegio del cual egresó, el Instituto Nacional, mientras las secretarías regionales de dicha cartera replicaban esta acción en escuelas de sus respectivas regiones.
Probablemente estas clases esporádicas de las autoridades no repercutan profundamente en los contenidos estudiados por los alumnos, pero con mucha seguridad puedo afirmar que estas clases logran devolver la esperanza y el entusiasmo a muchos estudiantes que carecen de una imagen a quien seguir, la cual les demuestre que la educación puede transformar sus vidas.
Llenar de esperanzas a los jóvenes de Chile, especialmente a los más necesitados, y motivarlos a realizar estudios de calidad es un gran desafío y debemos estar consientes que el gobierno no puede por sí solo. Muy bien que todos los ministros vuelvan al colegio a dar clases y charlas, pero también quienes hemos tenido la fortuna de recibir una educación de calidad tenemos la responsabilidad moral de intentar replicar estas oportunidades con quienes no las han tenido. Cuán impactante sería para un estudiante tener a un importante gerente, abogado, ingeniero o médico realizándole una clase y acercando lo que parece lejano a una realidad alcanzable por el alumno.
No podemos esperar más, sólo lograremos mejorar nuestros resultados si contamos con tu ayuda y la de toda la sociedad. Sólo así y con una meta en común podremos lograr un Chile más justo y desarrollado.
Probablemente al leer la biblia uno podría pensar que todo lo narrado es historia y que difícilmente sucede en los días actuales. Claro, antes la gente andaba a camello y hoy se mueve en autos. Sin embargo de regreso a Santiago luego de vivir los trabajos que organizó la agrupación en donde participo en Tierra Amarilla, pude apreciar como una parábola dicha hace 2000 años sigue sucediendo de la misma forma.
La parábola del Buen Samaritano narrada en Mateo 10:25-37 nos cuenta como hay hombres que aún teniendo los medios son insensibles ante la necesidad del prójimo, en contraste a la ayuda que le brinda un desconocido, que en esos tiempos podría haber sido hasta su enemigo.
Tal como fue contada sigue sucediendo: Trabajamos en la comunidad de Los Loros, la más pobre de Tierra Amarilla. En ella, la mayoría de los habitantes viven en tomas, se dedican a la pequeña minería y a labores de temporada. Sus hijos son socialmente vulnerables, muchos ya han sido flagelados por la droga y su máxima aspiración es completar el 8° básico, en una escuela de precarias condiciones.
Este poblado queda camino a una de las minas más productivas del país, Pascua Lama. Está inserto en uno de los valles más productivos del norte chileno. Sin embargo todos pasan sin percibir el dolor y la desesperanza de sus habitantes.
Llegamos a inyectar energía en el poblado, pero de regreso a Santiago y motivado por la triste noticia de los 350 nuevos pobres, me cuestiono como somos con aquella realidad en la capital. Y tal como lo eran en Tierra Amarilla somos igualmente insensibles, no nos compadecemos del indigente ni hacemos algo por quienes reciben sueldos indignos.
La historia nos ha puesto la gran responsabilidad de encarnar los anhelos y sueños que ellos han perdido para depositar nuevamente el brillo de la esperanza en sus ojos. Ellos no pueden esperar.